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jueves, 12 de abril de 2012

La primera vez, la segunda vez.

Le di la mano
y un beso en la mejilla.
Senti nervios,
casi en el estomago,
más bien en el cuello.
Le rocé el pelo,
ella me rozó el vestido.
Me senté dentro,
ella se sentó a mi lado.
Puso las manos sobre la mesa,
yo le ofrecí un cigarro.
Pidió dos copas,
de vino,
mejor rosado.
Se acercó un poco más,
olí el perfume.
Me miro un segundo,
después también.
Le miré los labios,
después la piel.
Me dejó cogerle la mano,
me dio un abrazo.
Brindamos,
fumamos.
Empezamos a hablar,
y en silencio escuchas y piensas,
y mientras me habla se pregunta
que imagino yo,
si ella supiera,
en cada palabra le desabrocho un botón.
Dónde estamos,
en que lugar exactamente,
lejos de casa?
Esta al cruzar la Rambla.
Te invito a otra.
Me parece bien,
a ver que me dices después.
Como volverás a casa,
andando, en coche o yo que se,
es un poco tarde ya quédate,
no iré muy rápido,
le diré que no,
pero si sale a despedirse y se queda callada,
entonces le diré que mejor mañana,
mejor irse mañana,
y dormiré bajo la misma sabana
con miedo a rozarla,
y medio dormidas y queriendo
se acercaran las ganas
y las ganas con las ganas
el desayuno tal vez en la cama
y así, de nuevo, otra vez,
un principio más
que contar,
la segunda vez ya no volaran las horas,
las horas querrán dormir.

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