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domingo, 21 de noviembre de 2010

Oh, menuda lástima, no sé que hacer con ellos ni con la soledad que les acompaña.

La soledad de algunos de mis pensamientos es arrolladora,
les inunda y acosa, como un tsunami los engulle y ahoga,
y ellos que se sienten tan poco acompañados por la realidad,
se preguntan que hacen aquí, en la sombra y pasando frío,
tan repetitivos como los días de invierno y se preguntan cuando,
cuando podrán salir por mi boca, o por mis manos, por mis ojos o
más allá de las historias que cuento imaginando que ya son verdad.
La soledad de algunos de mis pensamientos,
que no se si son caducos o demasiado jóvenes,
pero están tan solos que, puede que al salir allí fuera,
en mi Realidad, se sientan enfermos,
castigados, en evidencia y ocurra el pánico o un brote de miedo escénico.
La soledad les ha restado importancia y son como ese para de zapatos que te compraste
por gusto y sin pensar y que aún están ahí, sin estrenar, por qué no sabes si serás demasiado atrevida o tal vez ya haya pasado el momento de salir con ellos a la calle.
Oh, menuda lástima, no sé que hacer con ellos ni con la soledad que les acompaña.

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