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viernes, 19 de noviembre de 2010

El romanticismo de los desconocidos

Ayer salí a nadar las calles y aunque hacía frío el agua me templó el cuerpo.
Hoy desperté con un bonito mensaje. Ayer me despedí de una desconocida.
Cuando eran las diez no imaginé que a las tres estaría dormida, cansada, habiendo disfrutado ya todo lo que una noche te puede dar.
Hablamos más de una hora y fue suficiente para convencerle. No es que yo pretendiera nada,
pero me vi en ese papel, en el papel de "si ahora me dices sí, luego no podrás decirme no".
Luego ella me dijo eso de : "yo no te estoy insinuando nada, sólo lo que tu quieras pensar. Porque mejor sola que mal acompañada no?"
Estúpida, pensé. Menudo momento patético. Qué fácil es todo cuando no lo buscas y sólo se trata de encontrarlo. A lo que yo le contesté : "evidentemente" y ahí sentí como los papeles se giraban, y ahora era yo quién decidía hacia dónde iba la conversación.
Ella quería que le acompañara fuera del local, decía que al hablar y con el humo... "ya, claro" pensé yo, entre el acuerdo y la impertinencia, que no sabía porqué, estaba ejerciendo en ese preludio extraño.
Y hoy, que no recuerdo nada ni como perdí la noción ni el hilo de la noche, me desperté entre unas sábanas negras, recién puestas, con la sensación de haberme quedado dormida durante cinco minutos eternos y sin ropa, allí dentro, removiéndome, por si recuperaba algún retal de los que ayer me deshice y.....al mover las piernas, me encontré con otras. Me incorporé y esas cortinas largas hasta el suelo, dejaban entre ver que el día era nublado, sin sol y deseaba que se movieran un poco más, para verle la cara a mi acompañante. Le recuerdo, pero quería verla ahora. Entonces una voz rota, pero bonita me dijo : Buenos días Elena... has dormido bien?
No sé a qué vino el pánico estúpido al despertar ni la incertidumbre del preludio, pero la verdad, es que aunque fuese amor a segunda vista o ni si quiera amor, es precioso volver a las andadas y al argot de las camas, a la comodidad y la cartografía del desnudo, al arte de las sábanas y el juego de las cortinas y persianas, al "cierra la puerta cuando salgas" o al "tienes frío? Ven aquí".
Efímero pero infinitamente familiar. No podría desacostumbrarme ni negarme. No voy a decir que no, porque no es verdad, no es verdad que no quiera querer más. Quiero, claro qué quiero.
Y de una desconocida a un estado emocional que me resulta familiar y que ya echaba de menos.
La vida, la vida y sus casualidades, la vida que te enseña que en la costumbre no está lo cierto ni en el desamor tu ultima oportunidad. Era hermosa, tenia una espalda bonita y unos dedos que, a mi parecer, fueron el ejercito de la avant guardia, los que ayer conquistaron de nuevo mi fe absoluta en el romanticismo.

Bienvenidas sean muchos más, con tanto sabor y tan indoloros, aunque nos vendan que es insípido y a menudo duele.
Dejémonos caer...

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