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domingo, 14 de junio de 2009


Habían quedado en la cafetería de siempre, en la terraza porque ya hacía calor, aunque aún no era julio, que es cuando de verdad hace calor en París, pero Laila era experta en pronosticar el tiempo, así que tomó el mejor asiento de la terraza, aquel que se cruzaba en medio de una corriente de aire entre la calle Doufornie y el Boulevart de St Pierre, al este de la ciudad.
Cuando llegó Ra le dió un beso en la mejilla, con los labios humedos que marcó como un baso una mesa, su rosada y fría tez.
Rapidamente se puso en marcha la conversación, Ra la miraba y remiraba y Laila se dejaba mirar. Jugaba con la luz de media tarde y con el viento, que además de acariciarle la nuca, le peinaba el pelo casi a su antojo.
Hablaban casi siempre sobre lo mismo. Sexo y violencia. En cualquier contexto, sobre cualquier persona, pero siempre a través del prisma sexual y violento. No nos engañemos, es lo único persistente en esta sociedad, y dos chicas de 23 años, recién bautizadas en su madurez mental, no se interponian entre el morbo y la realidad, menos aún claro, con ninguna clase de tabú o verdad alternativa.
La cosa fué así. Cuando pasaban los 60 min de conversación y bebida, Robert, que no podia evitar escuchar las conversaciones ajenas de sus clientes, mientras anotaba el pedido de la mesa C, escuchó con más expectación si cabe, la conversación de las jovenes austeras, que consumian en la mesa K. Lástima que el pedido fuera pequeño, juraria que se tratava de un guión de cine que dos actrices se limitaban a interpretar. Lo curioso es que posiblemente era verdad, y la lástima, que su acceso estaba restringido. Robert pensó que la juventud de hoy en dia, envolvia la realidad de los cuarentones como él, con increibles pinceladas de realismo analítico, capaces de corromper los siglos de dramatismo que el hombre ha creado a sus espaldas. Las nuevas generaciones aprenden a odiarse antes de amarse, y por suerte dialogan rabiosos en contra de aquellos, que después de millones de generaciones, aún no han aprendido, ni tan si quiera a amarse.
Su razonamiento no le permitió escuchar en entresijo de la cuestión, pero pronto retomó el hilo. Después se dió cuenta que no habia anotado ningun pedido, sinó que había transcrito y suscrito en su pequeño blog de notas dónde tomaba los pedidos, la conversación y los pareceres que aquellas dos voces semivirgenes, ambiguas y revolucionarias habían procreado en un instante.


- Si empuñó la pistola fué por sexo, no por amor.

(Y si es el sol es el que genera luz la consequencia sólo puede ser el brillo lunar.)

- Intentó jugar con las premisas de la lógica y entonces se dió de frente con el nihilismo.

(Intentó hacerse pasar por sociologa sin advertir que ella también era el punto de mira)



- Una pistola has dicho?

- Sí, por sexo, por sexo.

- Y nada de amor?

( Sólo por brillo lunar.)

(No se dió cuenta que de fondo sonaba una versión, hecha por un grupo nuevo, de aquella canción que decía... "The killing moon will come too soon..." pero Ra si que se dió cuenta, se quedó mirandola como la primera vez, imaginando de fondo imagenes sobre aquella letra musical, y recordó que ella sí que sabía que era matar por sexo, o lo que es lo mismo, el sexo del disparo)

- Laila, deberías provarlo.

-Quien te dice que no lo he provado ya.

(Se ha desnudado la Venus y la luna histérica ha perdido el poder del reflejo.)

- Te gusta el poder. Te gusta la presencia del poder. Pero más te gusta el poder de la presencia, eh.

-Sí, sobretodo cuando es capaz de matar.

(The killing moon will come too soon)

- Nunca es tarde para la primera vez - dijo Laila.

-Te gustará mezclar - dijo Ra.

(van a mezclar poder, presencia y una primera vez, pensó Robert. Ahora moriran de sexo.)



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