No ha pasado un año
y tu y el mundo habéis cambiado.
Se erizó en noviembre
y conoció a un gato,
aprendió a dormir con sus migrañas
y decidió cantar en la ducha.
Se enganchó al café y a las responsabilidades,
renegó de su romanticismo
y se atrevió a mostrar su indiferencia.
Se miraba al espejo
y sus pechos,
sus pechos también habían cambiado.
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