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jueves, 18 de octubre de 2012

Una vez tuve un amante que vivía escondido entre mis piernas,
que aparecía en mi cama los viernes por la mañana,
cuando todo el mundo andaba atareado y yo,
dormida queriendo, queriendo le esperaba.
Una vez tuve un primer amor que me dijo cosas que ni yo sabía sobre mi,
que ni si quiera el espejo me había explicado.
Una vez me llamó guapa y me dijo que era hermosa,
que me quería más por lo que era y no eran las demás,
que me quería también con mi piel y mi carne, mis huesos y sangre.
Una vez tuve a un chico a mi lado, que me hizo el amor por tercera vez y todos los años que vinieron después, que se acercaba a mi las veces que podía, que huyó muchas otras y volvió siempre para besarme mejor.
Siempre tenía algún detalle y siempre quería ser el más amante, el más amado. Era celoso y no le importaba ponerme celosa a mi también. Siempre me recordaba que me quiso, siempre me recordaba todo lo que ahora digo. Siempre desaparecía, siempre lloraba por mí.
Él nunca quiso que nadie, nadie, nadie, le viera como yo le veía, como yo le veo.
Fue infiel a otros amores, pensó siempre en mi, y yo en él, pero como nunca le creí
nunca me dejé querer.
Se enamoró de otra y fue feliz. Cuando regresé con él me ahogó un poco, me persiguió otro poco,
me quiso un poco más, se desenamoró un poco más, se enredó todo más y yo,
creyendo que le creía, creyéndome bonita y amante, creyéndome en la línea de siempre me mantuve al mando, cerrando puertas, cerrando sus heridas, dirigiendo sus palabras y moldeando al hombre.
Una noche, de las luces y los roces en las salas de fiesta terminamos en su calle tan húmeda y oscura que agradecimos el calor del sofá.
Sólo esta vez me dijo, es sólo sexo.
Fui lista, creí en lo primero, desmentí lo segundo.
En otra ocasión, fue su empache de su otra amante lo que le dibujo en mi cama,
tan pegado, tan de espaldas, yo tan actriz y tan dormida,
el tan jadeante y yo tan desmemoriada.
Y al final, en un juego absurdo de hormonas y roles,
algo estallo y quemó el confeti,
algo condensó la tensión y tapó las fugas,
algo lo convirtió en final sublime.

Ahora; ahora que ya no soy nada,
que me he hecho a mi misma y con el espejo me amo,
algo mueve de nuevo su hambre y
mis pocas ganas de alimentar y saciar
a esa antigua yo,
a esa antigua amada,
y a ese amante pesado,
hacen que todo y nada resulte igual.

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