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miércoles, 16 de mayo de 2012

La hormiga y el Sol.

Había una vez una hormiga hija de una reina y la pequeña de cien hermanas.
Trabajaba como todas y cargaba con granos de comida, hojas gigantes y pulgas perdidas.
Cada mañana lavaba sus antenas y sus patas, después salía a usmear si el suelo estaba húmedo o si el cielo estaba gris. Ella se encargaba de las previsiones del tiempo y todos confíaban en ella, pese a ser la más pequeña.
Dicen que las hormigas jóvenes conservan el olfato mejor que el resto porqué menos veces tuvieron que coger aliento al cargar cada una de las cosas que las hormigas se echaban a la esplada para pasar el invierno.
Cuando los días eran lluviosos o de tormenta todas las hormigas tenían prohibido salir pero había épocas en que era dificil conseguir alimentos y algunas tenian que arriesgarse a hacerlo. 
Aunque era muy peligroso para una hormiga salir del hormiguero cuando llovía las más mayores lo hacían. Unas se mojaban las antenas y se desorientaban tanto que no encontraban el camino de regreso. Otras hundían sus patitas en el suelo mojado tanto que a penas podían moverse y se quedaban atrapadas en el barro, otras simplemente se resfriaban y en el peor de los casos, algunas morían pisoteadas por los pasos pocos cuidadosos de la gente que corría aturdida para no mojarse.



Definitivamente ser hormiga en días lluviosos no era la mejor manera de vivir en la Tierra pero la hormiga pequeña, que desde pequeñita se encargaba de la previsión del tiempo, pronto tuvo una idea.
Eran muchas las noches que no había podido dormir pensando en el tiempo, en ese inmenso cielo azul que a veces se oscurecía, a veces se secaba y otras, caprichosamente, se lo llevaba todo con tormentas y lluvias.
Cuando se levantaba y veía los rayos de Sol le entraba una alegría enorme pero cuando no era así y ya desde la cama olía la humedad, se despertaba llorando y triste. 
Un mal día, de esos en que olía la humedad desde la cama, se oían los truenos desde el  fondo del hormiguero y sólo quería esconderse bajo las sábanas para no tener que dar la previsión del tiempo se le ocurrió una idea.
Había observado desde su montículo al que se subía para usmear el aire con sus antenas que los días buenos en que podían salir y entrar del hormiguero sin que nada malo pasara eran los días en que brillaba el Sol.


Pensó que tal vez, lo que debían hacer para evitar la lluvia era seguir al Sol en vez de regresar al hormiguero cada vez que este se fuera.
Muy contenta con su idea acudió a ver a su madre, la hormiga reina, que era muy sabía y quién tomaba las últimas decisiones.

-Mamá, he tenido una idea - dijo la hormiguita pequeña.
-Cuál es esa idea hija?
-He pensado en como podemos solucionar los días tristes y no volver a tener ninguno nunca más- le dijo muy emocionada la hormiga pequeña.
- A ver, a ver ¡cuéntame cómo!- le pidió la mamá hormiga intrigada.
- Verás, me he dado cuenta que los días felices son felices porqué sale el Sol y que en los días tristes, nunca, nunca, nunca, brilla el Sol en el cielo.
- Qué quieres decir con eso, hija?- le preguntó la hormiga reina muy extrañada a su hija.
- ¡Pues mamá! ¡¿no te das cuenta!? ¿Si queremos ser felices y no tener días tristes en que muchas hormigas no vuelven a casa sólo tenemos que asegurarnos de seguir al Sol para que la lluvia jamás nos atrape!



La mamá reina echó a reir a carcajadas ante la inocencia de su pequeña hormiga. 
- Però hija, ¡¿cómo vamos a hacer eso?! Somos infinitamente pequeñas y el Sol infinitamente grande, cómo vamos a seguir a un gigante? 
- Mamá, però si somos mucho más rápidas que él, pero si...
- No, hija no - le interrumpió la reina hormiga- piensa un momento lo que dices. Puede que tu seas mucho más rápida que él pero también necesitas dormir y comer, jugar y soñar. El Sol sin embargo no necesita tiempo para más cosas, sólo para girar y girar, a poco a poco, pero sin pausa. Cada vez que dormimos nos perdemos del camino que sigue el Sol y sólo podemos esperar a que él regrese a por nosotras...
Ve y haz tu trabajo, seguiremos como hasta ahora.



La hormiguita, desilusionada, volvió a su monticulo y pasó el día lloriqueandole al cielo, que estaba a punto de deajr caer toda el agua que cargaban las nubes. De pronto escuccho que alguien la llamaba- Tst! Tst! hormiguita! hormiguita! Tst! Tst! Aquí! Mírame!- la hormiguita levantó la cabeza y asombrada busco en el cielo de dónde vendría esa voz.



Entre un montón de rayos amarillos, blancos y naranjas, observo una sonrisa. ¿El Sol le hablaba? 
-¡Hola! ¿Qué quieres? Tengo mucho trabajo vigilando el cielo, puede que llueva y tenemos mucho miedo, no puedo hablar contigo ahora.

-¡Oye! He escuchado lo que le contabas a tu mamá. Verás, tienes razón: si me siguierais todo el día nunca más volveréis a estar tristes pero hay una cosa que también debes saber. Mi trabajo no es darle luz y calor a las hormigas, yo como tú, también tengo que encargarme de algo. Verás, en el cielo que tu ves no sólo estoy yo, también está mi familia, cómo la tuya en el hormiguero. Algunos salen de noche, otros están lejos y duermen, otros se han perdido, algunos giran, otros juegan y otros como yo trabajamos todo el día, sin parar. Mi trabajo es vigilar a mi hermana, que no tiene luz y podría perderse, así que no puedo parar nunca ni esperaros cuando os perdéis.

- ¿Cómo se llama tu hermana? - preguntó la hormiguita.
- Se llama Luna y es pequeña, aún no tiene luz própia y por eso yo tengo que vigilar de ella, lo entiendes?
- Entonces, no puedes ayudarnos? Nunca podrías parar mientras dormimos, comemos, soñamos o jugamos?
- Lo siento, no puedo parar mientras soñáis o jugáis, comeis o dormiis porqué yo tampoco lo hago, aunque me encantaría...pero tengo que cuidar de Luna...
- Es una lástima, porqué si jugaras, soñaras, comieras y durmieses serías muy feliz y podrías enseñarle a tu hermana también, así estariás juntos y nunca se perderia.
- Tienes razón...pero quién va a enseñarme a dormir, jugar, comer o soñar?
- Yo te enseñaré! Pero a cambio tendrás que esperarnos siempre, para que también nosotros podamos ser felices...
- ¿Cómo? ¿Esperar? Yo nunca he esperado a nadie...
- Ya se como lo haremos.
- ¿Cómo?- le preguntó el Sol, que ya estaba entusiasmado...
- A partir de ahora, cuando durmamos lo haremos juntos, cuando comamos lo haremos juntos, cuando juguemos, jugaremos juntos! y cuando soñemos, soñaremos juntos! Así no tendremos que esperar, ni nos sentiremos solos, ni perdidos, ni con miedo...!
- Así seremos felices todos y Luna no se perderá tampoco!


La hormiga dedicó el día entero a jugar con el Sol que a su vez jugaba con su hermana, contenta de aprender todas aquellas cosas que la mantenian distraída mientras crecía y empezaba brillar, sin miedo a perderse lejos de su hermano. La hormiga también les procuró alimento y les enseño a dormir escondidos detrás de las colinas para no molestar a los animales que querían descansar y les habló de lo divertido que es soñar...

Y soñaron y soñaron, el Sol y la Luna, su hormiga y el resto de hormigas, que aquella noche no se sintieron perdidas, ni temerosas, que se fueron felices a dormir y despertaron más felices todavía.
En el cielo el Sol que juega con su hermana, pequeña, que algunos días se la puede ver durante el día timida y blanca, con sus primero brillos y el Sol, por la noche, que cansado de jugar y comer con su hermana y las hormigas enrojece de cansancio y se duerme bien temprano mientras su hermana sueña y sueña, sueña y sueña con brillar cada noche mientras todos duermen.



Hormigas, hormiguitas dormidas con Soles y Lunas que juegan, sueñan y comen,
felices y sin miedo, antes y ahora, nunca más y para siempre.

Cuento contado, contado está. 


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