Vistas de página en total

lunes, 5 de marzo de 2012

La mañana en la cama.

De tu ombligo a las sombras de tus rizos sobre el suelo,
de la palma de tus manos que son el negativo fotográfico de tu ser,
saltan las hormigas que viven en la planta que te regalé.
Saltan de una a una a nuestro desayuno,
al que aún no se ha servido, porqué hierve algo,
porqué se queman las tostadas, porqué la mermelada está en la cama
y el hambre cocinándose.
Porqué tienes más de todo lo que quiero,
porqué por primera vez soy caprichosa.
He anotado mis antojos y procuro contártelos,
sin que te des cuenta y queriendo, queriéndolo mucho.
Si se abriera la ventana de tu salón,
llegaría un hilo de viento a la sábana, y la luz de la mañana
que dice buenos días y en tono sepia, porqué acoge el aroma del café.
Mi lengua se dice a si misma,
mi lengua que descansa al fin,
una mujer así, con esa caída en la cadera,
con una espalda que puedo imaginar y llevarme de viaje,
acomodada en el placer de recordarla,
que no me toca pero se desnuda y sueña a mi lado.
Una mañana así, de primavera y arena de playa por todo el suelo.
Los libros que esperan al medio día,
la terraza dónde hablaremos claro,
el billete de tren,
mi viaje a Lisboa,
la hormigas que regresan a su planta,
y el desayuno frío, muy frío.
Nos queda una mañana en la cama,
esta mañana será la última en mi cama,
a mi cama sólo le queda una mañana,
a ti, a mi cama y a esta mañana,
ya sólo os quedo yo
y después,
cualquier lugar será mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario