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jueves, 28 de mayo de 2009

A Sara, que no pinta nada en esta historia pero sufre x2

Si Sara hubiese sido valiente hubiese ido a Paris a recórrer el Sena y a obviar la torre Effiel.
Pero se limitó a lo patético. Dónde está el orgullo de las grandes damas? Se nombró y designó la número dos, sin saber de la existéncia del uno y burlando a Noam, cómo si tanta teoria entre significado y significante no hubiese servido de nada.
Si por contra, Jee hubiese olvidado a Martha le hubiese facilitado las cosas a Sara, ofreciendole cobijo entre les tournesols que anidavan las calles de madrugada, en busca de relación económica y deshecho sexual.

A Sara era fácil confundirla. Giraba bajo un obturador cerrado a 3o segundos por latido y sólo bajo la luz de un diafragma de 0,05 milímetros. El fotograma no se quemó, no se inundó de luz blanca ni escondió su rostro. Jee y su reflex, maldita sea, como un gran tumor la ocultaba.
Y esa misteriosa Martha que creaba ecco en cada esquina y aún así convertia a la pretendiente de Jee en sorda.
Sorda y muda. Uno no puede hablar cuando no sabe con quién habla. Ella no sabía que pensar, ni se esforzaba por sacar conclusiones, una imagen, un imaginario, era tan blanca como la luz que quemó su fotograma. Tla para cuál, metáfora ambigua, sorbo helado, del que causa daño en el entrecejo.

Su viaje fue largo aunque la distancia era corta. Entre Namur y Paris recorrió a Delibes, recurrió a Nothomb y se alimentó de naranja bañada en chocolate negro. También llamó a Florence para reservar en Brujas una semana más tarde tres noches de hostal.
Pensó qué intinerario seguiria para recorrer Luxemburgo y cómo, de paso, se llevaría a Jee a la cama.

Martha mientras tanto con su accento germano acumulaba facturas de teléfono internacionales que divagaban entre el accento rudo de los suburvios de Paris y su essencia bizantina en cada verbo germán que además, dejaba caer en el filo fonogràfico siempre a partir de las 00.15 a.m.

Sara, la pobre Sara dormía en un albergue. Jee no la quiso en casa, ni a ella ni a su sombra. No quiso seguidoras, ni inquilinas, ni invasoras ni a la chica fácil de penetrar.
Jee le sugirió con su francés más amable que invirtiera en pensiones donde reposar el apetito que él cada dia, genitlmente, saciaria con platos suculentos.

A Sara le pareció muy triste que alguien como Jee, quisiera saciar su apetito y no su hambre. A Jee le pareció horrible que Sara quisiera comer cualquier cosa excepto pan y demás declinaciones de la cocina francesa.

Pero a Martha le daba igual, ni sabia ni notaba, ni queria a Jee ni a su pobre pretendiente. Martha no presenciaba el ecco igual que Sara. Y si bien Sara percibia menos que el sonido y la voz, Martha sabía en todo caso qué hilos moverian a Jee.

Martha sufre con Jee, pero Jee sufre por Martha.
Sara sufre por si misma.


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