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lunes, 16 de mayo de 2011

Solicitud de empleo



He militado largamente
en oscurísimos recintos
de donde traigo una batalla
que no se termina nunca.
Estoy en guerra casi todo el tiempo
y espero que me gane una paloma.

La verdad es que también sirvo
para desordenarlo todo.
Con qué cuidado precipito
planillas en la primavera,
y alterando sensatos equilibrios
me dan lo mismo números que grillos.

No faltaría a la modestia
si dijera que siempre estuve
muy dotada para el olvido.
Guardo volúmenes de ausencia,
antologías de temblor marchito,
catálogos de dudas y neblinas.

He trabajado anteriormente
en invisibles oficinas
llenas de crisis apiladas
y documentos vegetales,
donde los pájaros me habilitaron
con un diploma de mirarlos siempre.

Diré también para abreviar
que estudio lágrimas modernas
y pienso publicar un libro
de suspiros cuando me muera,
y que tengo por todo patrimonio
un montón de relámpago vigente.

Todos estos antecedentes
animan a solicitar
que me permitas ocuparme
en derrumbar sobre tus manos
la dulzura que pongo inútilmente
sobre manteles de confiterías.

Quiero por fin tener empleo
de suavísima permanencia
adentro de tu corazón,
coser con lágrimas y arrimo
toda fatalidad que te amenace
con botones caídos o desgracias.

Quiero servirte de costumbre
y que utilices lo que soy
para fundar una sonrisa
o ceremonias con pañuelos,
o para siempre, o para lo que quieras,
desde un copo de nieve hasta el amor.


de María Elena Walsh


Una historia más sobre una mujer. Una historia menos sobre un puente.



Al dejar el puente atrás no sentí ni frío ni nostalgia.
Fueron cuarenta y dos pasos y dieciséis zancadas.
Después pasé hambre y eso si que me pareció conmovedor.
Se acentuaron mis cejas y se poblaron mis pestañas,
el polvo parecía granizo y nunca más supe qué hora era.

Pensé en buscar a una mujer porqué así es como se acontecen las mejores historias
y después compré una espada. Corrí a ciegas empuñándola en medio de un bosque de encimas
y al volver a la realidad había matado a un ciervo. Comí carne cruda y después la devolví aún entera. Aparecí entonces en un campo de olivos y me metí uno de los frutos en la boca, no para comer, sólo para saborear.

El sabor amargo en mi boca se convirtió en familiar y nunca más quise volver al puente.
Pensé en seguir andando y anduve por más caminos y más horizontes, hasta que un día se me antojo el mar. Al llegar al acantilado pensé en el aire que me separaba de las olas y en como me gustaría inalarlo todo en mis pulmones, condensando la distancia y quien sabe, a lo mejor provocando una orilla, una escalón diminuto, que me dejara alcanzar el color verde espumoso.

Luego busqué arena. Al pisarla y dejar que se escondiera entre mis dedos me sentí importante.
Quise acogerla como mascota, como ser de compañía. Diminutos granos, piedrecitas todas, podéis acompañarme y nunca dejarme sola.
Un día que andaba sentada sobre mis granos de arena se quejaron de que nunca las bañaba, que nunca las lanzaba al mar. Me entró un pánico terrible. Se podían perder, o deshacer, o confundirse entre las demás o tal vez ahogarse.

Entendí entonces que la propiedad es la mayor de las cadenas y el amor por las cosas un sacrificio dulce. Así que las dejé marchar, no fuera que las cadenas que las unían a mi las dejaran solas de por vida.

Y así me quedé sola yo también. Con pena y resignada pensé en como podría pasar por encima de ese mar, que se había adueñado del deseo de mi arena. Pensé en mi puente, en los cuarenta y dos pasos y mis dieciséis zancadas y sospeché que aún así no sería suficiente. Unas cuerdas des del cielo y unas rocas muy pesadas, ancladas en el fondo del mar y valientes para contener las olas.

Pasé muchos días maquinando.
Sin darme cuenta dejé de ser humana y me convertí en fábula. Me conté mis propias historias y me codeé con Pigmalión. Luego dejé que mi carne fuera piedra, y mis huesos fósiles. Dejé de lado mis ideas y abandoné mis deseos al agua, con mis piedras.

Soy arco, columna, soy 1678 pasos y 342 zancadas. Alcanzo las vistas que me vieron desaparecer y he deshecho el horizonte. El agua desapareció hace tiempo y los olivos crecieron cuando la arena del mar se exilió. El viento me cruza y los olores también. Nadie se imagina quién soy yo. Todos creen que no soy nada, y me ven, y me tocan, y me pisan y me escriben. Y los oigo y los leo, y me pisan y me importan.

Soy esa, sin mujer y con mis piedras, sin ser nadie algo soy.

domingo, 15 de mayo de 2011

Flora, fauna y edificios.



Cuando la naturaleza se urbaniza
se organizan movimientos
y manifiestan con diferentes practicas contraculturales
sus derechos y deseos, se convierten en rizomas
y se unen a otras causas
tejiendo otras dimensiones no normalizadas
que contribuyen a una cotidianidad no conocida burocráticamente.

Sin embargo nosotros, las plantas y animales,
lo llamamos vida real.
Porqué así era antes de que llegarais vosotros.


Siempre lo he sabido, sólo esperaba a verlo escrito.
Los dichos populares no son verdades
hasta que no entran en la literatura
o en las ciudades.

Y de todas las cosas que yo admiraba
quedaron las persianas rotas,
el hierro oxidado y las tortugas marinas.

lunes, 2 de mayo de 2011


Vértigo mortal
y tan al filo de mis emociones
y tan lejos de mi realidad
que sólo puedo sentir pánico
a caer en un vacío
sin haber conocido aún el suelo.

martes, 26 de abril de 2011

Abismo lo escribo con "v" cuando nadie me ve.

Te quise un poco,
lo justo y necesario para que supieras qué era lo que perdías
cada vez que tirabas de la cuerda y aflojabas después.
Ahora ya no te quiero nada,
lo justo y necesario para que sepas que ya no te veré volver.
Ayer te quise mucho,
lo justo y necesario para que te marcharas.
Ahora quiero de verdad,
lo justo y necesario para no quererte a ti.

jueves, 7 de abril de 2011

Los momentos del día.

Por la mañana el vapor del agua que llenará tu taza de té y empañará tus gafas.
Al mediodía el ruido en tu estómago que anuncie el hambre.
Por la tarde el escozor de tus pómulos hartos ya de tanto admirar al sol.
Por la noche tus pupilas dilatadas al fin, después de tanto menguar ante tras los cristales tintados.
Antes de irte a dormir, ya en la madrugada, las manos en la entrepierna evitando el vacío.

Tac-tac-tac-tac. Sobre uñas y madera.

De entre todas las cosas me quedo con el ruido que hacen tus uñas al golpear la mesa con un ritmo dispar y una pésima frecuencia. Pero lo que de verdad quiero hacer mío es el momento en que vuelcas tus intenciones en que yo lo vea, lo note, lo perciba. Ese detalle lo hiciste importante al pensar en mí y yo, por eso mismo, con él de entre todas las cosas, me quiero quedar.

martes, 5 de abril de 2011

No es esto de lo más bello que a una le pueden llegar a decir?


"Cuando esté contigo no quiero leer libros.
Cuando esté contigo quiero que me cuentes todo lo que está en tu cabeza."