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domingo, 14 de octubre de 2012

Los trenes que pasan, los trenes en que viajamos, los trenes que abandonamos.

Tú, que me quisiste un poco
y yo, que te quise un poco también.
Tú guitarra que no sabía con quién tocarse
y mis pies, que no sabían dónde ir.

Con el sol y en primavera,
cuando viajábamos en tren,
al medio día y por la costa,
con los granos de arena
durmiendo en nuestros pies.

Con tus manos bonitas y mis dedos rechonchos,
tan guapas las dos, tan risueñas y juntas.
La gente que no leía ni hablaba
pensaban y miraban,
qué harán, que serán,
se besarán?
No, besarnos no.
Estar enamoradas no era suficiente,
ni discutir o inventar argumentos para ser más novias,
o menos amigas,
o menos mujeres,
o más lesbianas
o más normales,
quién sabe.

Después, cuando terminó el viaje en tren,
cuando la costa fué más grisácea y ya sólo nos quedaba
el regreso a la estación central,
ni un sólo grano de arena se quedó para despedirse,
todos se fueron y nosotras,
sabiendo que no nos volveríamos a ver,
también.

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