
decir tu nombre,
interesarte por el de los demás,
aplicar la ley limón de Barney Stinson,
y a los cinco minutos de conversación,
decidir si es posible
convertirlo en gemidos
y a veces, seguramente,
nada de eso y decidas seguir charlando,
dejando a un lado el plan A,
porqué según la lógica
de B siempre es posible retroceder a A,
y a veces,
el principio sólo es una despedida.
Encantada de conoceros,
aunque de todas,
solo alguna vuelva conmigo a A.
Por primera vez,
entiendo el juego.
El protocolo de los desconocidos,
que al verse quieren saber
si justo detrás de tus labios
se esconde algún amante
que al hablar,
les dirá, ven conmigo,
o espérame,
o vete, no eres tú a quién yo busco.
Sí, sí, ya soy profesional.
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