
Si puedo descubrir con mi ultimo aliento los colores que iluminan tu cara,
si puedo adivinar el camino que siguen tus parpadeos cuando observas el universo
y magnifico tus gigantescos pasos a través del tiempo
jamás sabría distinguir si es la vida quién copia al arte o a la inversa,
si fuiste escrita o descrita,
si alguien te inventó o te cartografió.

Después de agosto, si lo recuerdas, te creció el pelo a velocidad del rayo,
te pigmentó la piel a un tono rosado a juego con el suavizado rojizo de tu pelo,
seguramente también impregnado de pigmento,
foto sensible y atrevido,
fue entonces cuando decidiste recorrer la misma distancia sobre los pasos del animal salvaje,
a caballo por el siglo de oro, el barroco y la era industrial.
Te empezaron a crecer los genitales y tu belleza cada vez más alarmante no puedo
prevenirse de la plaga más feroz del mundo, el hombre.

Y ahora, que sobrepasé dos décadas, me ignoras cuando hablo, te floreces con complementos y adornas tu mente con discursos ambiguos, de aquél escritor inglés y su sucesor frances,
ni siquiera te has percatado de que la colonización llegó al paraíso,
que desató a los pelirrojos del infierno y los mezcló con los mundanos, con los creyentes,
con los justos y tú, tan perfecta, te resignaste a tu papel excepcional, sin saber que eras la matriz y el molde a la vez, la materia prima y el Pigmalión,
sin saber que lo que pensaras resonaría en el eco futurista, en la post-modernidad
y sin embargo, a las 21.03 de ayer, cuando sólo eras fotogramas y una estatua valiosa
olvidaste que, llevas años sobre la faz de la tierra, divagando por los continentes, escribiendo la historia y bajo la sombra de los arboles más viejos procreando al ser más consciente de si mismo, más subjetivo que nunca, más único que tú, menos divergente y diferenciado.
La andrógina está aquí para inundarnos a todos y hacernos dudar.
Pasaremos buenos ratos, buenos tiempos, cuando llegues al final de nuestro camino y tu trabajo ya esté hecho.
Andro-espacial es el tiempo que plastifica los cuerpos en metal carnal, forjados al fuego y al precipicio de los siglos en que cada batalla y definición definen la belleza del espíritu.
No serás la misma después de abandonar tu obra, Pigmalión nos lo advirtió.
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