
Cuando me enamoré de vos,
con toda la pretensión del mundo acumulada en mi estomago.
Cuando desperté por primera vez contigo y no junto a ti,
cuando por primera vez no me dio miedo mirarte más de la cuenta,
descaradamente o demasiado cerca.
Cuando descubrí el cobre en tu cabello, cuando salpiqué tu piel con savia,
el olor que emanaba tu espalda, la humedad bajo tus pechos,
el aire exterior y la niebla que salia de tu boca.
Tu preciosos labios y tu nariz perfecta, rara, protagonista de tu rostro,
precedente de tu enorme mirada.
Cuando dormías a solas y yo quise acompañarte.
La primera vez que tú pediste un deseo.
El primer deseo que yo pedí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario